Buen día

Buen día

sábado, abril 25, 2009

Coplas sobre el timple canario

Lindo timple de mi tierra
mi camellito sonoro,
ven conmigo a la parranda
y nunca me dejes solo.

Sube timplillo sube
que arriba mandas,
que tú eres el dueño
de la parranda.

El timplillo que usted toca
siente como una persona,
unas veces canta y ríe
y otras veces gime y llora.

Alcánzame Catalina
el timplillo y la guitarra,
que quiero cantar folías
a la sombra de una parra.

En el hueco de mi timple
hay un canario escondido,
es un canario que canta
un canario enternecido.


Voy a sacar la guitarra
la contra y el timplillo,
pa´ cantarte Maxorata
mis tonadas al oido.

Sobre las rubias arenas
de la hermosa tierra mía,
se oye el murmullo del timple
cuando canto la folías.

Con el timple de mi tierra
y el vino de Tacoronte,
cantan y bailan la isa
hasta los pinos del monte.

Si el timple toca finito
las chácaras son sonoras,
bajo y tenor de tierra
que espera una nueva aurora.

Hasta el timple suena triste
porque le duele tu ausencia,
y se le nublan las cuerdas
para poderte cantar
lamentos de malagueña.

El timple llora en sus notas
por lo injusto de su suelo,
como no encuentra consuelo
sus tristes lágrimas brotan;
yo, como a nadie le importa
su angustia, me desespero.

El timple es una guitarra
que se encogió de emoción,
cuando un canario cantaba
las penas del corazón.

El timple toca folías
en las manos de mi padre,
y la mujer que las canta
es la buena de mi madre.

Fue mi juguete de niña
mi singular camellito,
viejo timple de mi tierra
recio cual guanche bravío.

Timple chiquito y querido
juguete de mi niñez,
amigo de juventud
alegría en mi vejez.

¡Ay! Que te miro y te miro
y siempre acabo diciendo,
¿cómo caben siete islas
en tan pequeño instrumento?

Fue mi juguete de niña
mi singular camellito,
viejo timple de mi tierra
recio cual guanche bravío.

Timplillo de las islas
agudo y fino,
su trinar sobre el pecho
me pide vino.

Las canciones marineras
se acompañan ellas sólas,
pues la guitarra es el viento
y el timplillo las olas.

Con un timplillo
de cuatro cuerdas
y una guitarra,
canto las seguidillas
en tu ventana.

Con la guitarra y el timple
se divierte el majorero,
comiendo gofio y jarea
al paso de los camellos.

Alegra los corazones
y canta timple querido,
que al arrullo de tus sones
hasta las penas olvido.

Si al alba suena un timplillo
despierta canario y canta,
que no hay razón pa´que calles
cuando le toca en el alma.

Con el timple por pincel
pintaré la tierra mía
sobre el lienzo de tu cara
y con colores de folías.


© Los Gofiones

jueves, abril 23, 2009

NUESTRA

LIBRO MUY INTERESANTE



LA ISLA Y LOS DEMONIOS - CARMEN LAFORET


AUTORA: CARMEN LAFORET
TITULO: LA ISLA Y LOS DEMONIOS


RESUMEN: Carmen Laforet publica La isla y los demonios, su segunda novela, ambientada en la isla de Gran Canaria; en esta obra se narra la historia de la joven Marta.
El título corresponde a las dos grandes fuerzas que guían al narrador: el paisaje de la Gran Canaria, maravillosamente presentado en varios momentos del relato, y la trama de pasiones humanas a las cuales la autora llama "demonios".
Precisamente en un fragmento del capítulo 20, aparece planteada esa unión entre la naturaleza y la protagonista, así como la actitud de esta última, intrínsecamente conmovida ante el universo.
El relato comienza un día de noviembre de 1938, y se narran los acontecimientos a lo largo de prácticamente un año, de Marta Camino, que recibe a unos familiares de la Península que llegan a refugiarse de la posguerra peninsular en su casa, en un periodo de cerca de un año, la isla y los demonios de cada personaje, junto al paisaje de la posguerra, donde Marta buscará el camino de salida hacia una vida más amplia, geográficamente y espiritualmente hablando.

Carmen Laforet

(Barcelona, 1921 – Madrid, 2004) Escritora española. Carmen Laforet Díaz nació en Barcelona el 6 de septiembre de 1921, si bien con dos años de edad se trasladó con su familia a las islas Canarias. A los dieciocho años, una vez finalizados los estudios de bachiller, decidió regresar a Barcelona para estudiar las carreras de filosofía y letras y derecho, si bien no acabó ninguna de las dos. Poco satisfecha de su paso por la universidad, cuando contaba veintiún años se fue a vivir a Madrid.

En Madrid conocería al periodista y crítico literario Manuel Cerezales, quien la animó para que prosiguiera con sus recién iniciados pinitos literarios. Fue sólo dos años más tarde, en 1944, cuando su vida daría un vuelco inesperado al presentar su novela Nada al recién creado Premio Nadal, otorgado por Ediciones Destino.

Aunque entre otros competidores por el premio estaba un escritor de sólida trayectoria como el periodista César González Ruano, el jurado prefirió apostar por la joven desconocida. Su imagen apareció en la prensa del país, que la aclamaba como toda una revelación literaria. Y así fue, porque Nada se reimprimió hasta tres veces el mismo año de su publicación.

Renovadora de las letras españolas

Transcurridos dos años desde su triunfo literario, su vida privada también cambió positivamente cuando contrajo matrimonio con Manuel Cerezales, del que tendría cinco hijos, dos de ellos escritores, Cristina y Agustín.


Carmen Laforet

Consagrada ya como una de las mejores narradoras de la realidad española de la época, los años que siguieron fueron intensos. En 1948 la Real Academia Española la distinguió con el Premio Fastenrath por su primera novela, mientras ella seguía escribiendo sin cesar cuentos y artículos periodísticos. Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta Laforet saboreó las mieles del éxito.

Su producción literaria tuvo en ese período tres hitos, las novelas que siguieron a Nada. En 1952 publicó La isla y los demonios, donde evocaba los años de su infancia y adolescencia en Canarias. Tres años después vio la luz La mujer nueva, un título que podría ser la definición de su vida en esta época, pero que era en realidad el relato de su «reconversión» al catolicismo tras unos años de agnosticismo. Esta novela fue la ganadora del Premio Menorca de Novela y al año siguiente le valió a su autora el Premio Nacional de Literatura otorgado por el Ministerio de Cultura, aunque también más de un problema con la censura eclesiástica. En 1963 su creciente prestigio hizo que Editorial Planeta se interesara por su obra y publicara La insolación, prevista como la primera entrega de una trilogía titulada Tres pasos fuera del tiempo.

Años de retiro voluntario

Durante unos años más siguió publicando relatos cortos, artículos y hasta un libro de viajes en 1967 (Paralelo 35). Pero la buena estrella que la había acompañado hasta entonces empezó a apagarse. La década de los setenta estuvo marcada por sus frecuentes depresiones, la separación de su marido y un rechazo cada vez mayor de la vida pública.

Nunca dejó de escribir, pero sus obras iban quedando incompletas, a veces olvidadas, porque su afán de perfeccionismo se convirtió en una obsesión. Después de mucho tiempo siendo objeto de admiración por parte de sus lectores, las dificultades económicas, las envidias y rencillas de los círculos literarios, así como un ambiente politicosocial en el que se sentía extraña, la fueron llevando a un retiro voluntario.

Precisamente de las razones de su aislamiento y búsqueda de la intimidad habla Puedo contar contigo, una colección de cartas cruzadas con su amigo Ramón J. Sender, al que conoció en 1965 durante su viaje a Estados Unidos, invitada por el Departamento de Estado. La recopilación y edición de los textos la realizó su hija Cristina Cerezales en 2003. A medida que pasaban los años, la memoria de la fértil escritora se debilitaba y su salud física menguaba. Finalmente, derrotada por el Alzheimer, falleció el 28 de febrero de 2004.

A pesar de que dos años antes de morir su nombre sonó como candidata al Premio Príncipe de Asturias de las Letras, su mejor recompensa durante las últimas décadas fue el favor del público, que no la olvidó y que hizo posible las continuas reimpresiones de Nada. Recientemente, Ediciones Destino decidió rescatar su obra completa con un plan de edición de dos libros al año y la paulatina traducción al inglés de sus textos. Forma parte destacada de este plan la publicación de Al volver la esquina, una novela inédita. Escrita en la década de los setenta a manera de diario en torno a un maduro pintor bohemio, correspondería a la segunda entrega de la triología iniciada con La insolación.

Nada

El nombre de Carmen Laforet quedará siempre unido en la memoria colectiva a su más lograda creación, Nada. Como un trasunto de su propia vida, la novela sigue el itinerario iniciático de la joven Andrea, que, a fines de 1939, llega a Barcelona, cargada de ilusiones y dispuesta a emprender sus estudios universitarios. Pero sus ansias juveniles chocan con el mundo gris, cargado de violencia, que representan su abuelas y sus tíos, que la acogen en su casa.

Laforet supo transmitir en esta obra, escrita con un estilo literario que supuso una corriente de aire fresco en la prosa de la época, la lenta agonía de la pequeña burguesía de posguerra. Los personajes adultos de la novela caminan desorientados por un territorio cargado de temores y heridas mal cicatrizadas. Frente a ellos, Andrea y su amiga Ena representan una nueva generación que ve cómo sus ansias de crear un mundo diferente son sistemáticamente abortadas. «¡Cuántos días sin importancia! Los días sin importancia que habían transcurrido desde mi llegada me pesaban encima», nos confiesa Andrea en su relato. Con su tono desesperadamente existencialista, Nada es una novela urbana y siempre moderna, pieza clave del realismo literario de posguerra.

En el árido escenario de la posguerra española fueron pocas las voces literarias que se elevaron sobre el silencio y menos aún las de las mujeres, retaguardia doméstica de un país militarizado y machista. Pero fue en ese contexto poco favorable en el que una muchacha de veintitrés años sorprendió a todos con su primera novela, que pasaría a la historia de la literatura española y universal.

EL SECRETO

miércoles, abril 22, 2009

La 'Dama de la neurona'



MEDICINA

La 'Dama de la neurona' cumple 100 años

La premio Nobel italiana nació en Turín el 22 de abril de 1909



Superviviente de las persecuciones antisemitas, Nobel de Medicina, co-fundadora del Instituto Mundial de la Ciencia, primera mujer admitida en la Academia Pontificia de las Ciencias, miembro vitalicio del Senado italiano desde 2001. Esto y mucho más es Rita Levi Montalcini, neuróloga italiana y memoria viviente de todo un 'siglo breve': el del Holocausto y el de las grandes migraciones por un lado, de los logros científicos y de la emancipación de la mujer, por el otro.
El último logro de la 'Dama de la neurona' (uno de sus apodos) ha sido llegar a los 100 años de vida, cumplidos el 22 de abril. A juzgar de su frenética actividad cerebral, según ella misma no para de repetir, se diría que va a cumplir 20.

Y es que la biografía de esta mujer de padres judíos, nacida en 1909 en Turín, es una auténtica novela histórica. Menor de sus hermanos Gino y Anna, y gemela de Paola, se cría en un ambiente burgués con fuertes tintas paternalistas. Su padre Adamo, jerarca severo de una familia "típicamente victoriana", le matricula junto con Paola en un instituto femenino, la escuela de formación ideal para el ama de casa de entonces.

Pero ni ella ni Anna aceptan la vocación que se les impuso. Recién licenciada, su hermana emprende la carrera artística que en unos años le dará a conocer por toda Europa. Rita, igual de valiente, choca con sus padres porque quiere estudiar medicina en la universidad, cosa que sus estudios no le permiten. Después de tres años de enfrentamiento, y en apenas ocho meses, la joven soluciona sus carencias en griego, latín y matemáticas y obtiene el añorado diploma de liceo: es el 1930, Rita tiene 21 años.

En la Universidad de Turín, la futura premio Nobel conoce a un profesor, el también judío Giuseppe Levi, que impulsará notablemente sus estudios. También hace amistad con Renato Dulbecco (que hoy tiene 95 años) y Salvador Luria, ambos galardonados con el Nobel a lo largo de su carrera. Dos años después de licenciarse con matrícula de honor, en 1938, las leyes raciales de Mussolini le obligan a mudarse con su familia a Bruselas y, tras estallar la II Guerra Mundial, a Florencia.

En la capital toscana, Rita Lupani (su falsa identidad durante el conflicto) logra montar un pequeño laboratorio donde saca adelante sus primeras investigaciones sobre el sistema nervioso de los pollos, primer paso hacia su estudio más exitoso: el del cerebro humano. Mientras, trabaja como médico para los soldados de las tropas aliadas que combatían por la liberación italiana.

Una carrera impecable


En 1947, ante las escasas perspectivas laborales en una patria hecha escombros, la científica acepta la invitación del profesor Viktor Hamburguer para ir a la Washington University de Saint Louis, en Misuri. Pensaba trabajar allí "no más de doce meses"; se quedará treinta años, hasta 1977.

A principios de los 50, junto con el joven bioquímico norteamericano Stanley Cohen, Levi-Montalcini da un vuelco a su carrera: descubre e identifica el NGF, el Factor de crecimiento nervioso. Años después, en 1986, estas investigaciones valdrán a los dos el Premio Nobel de Medicina. Es una etapa particularmente feliz de su vida, llena de satisfacción profesional: la misma que, de haber seguido la voluntad de su padre, no habría alcanzado nunca.

En 1961, la 'Dama de la neurona', ya científica de primer plano, crea en Roma el Centro de Investigación sobre el NGF, con el apoyo de las principales instituciones sanitarias italiana y estadounidense. En la misma ciudad, en 1969, da vida al Instituto de Biología Celular, que presidirá durante 10 años. Ambos centros desempeñan una importante labor hacia el mayor conocimiento del proceso con el que el cerebro humano renueva parte de sus células de forma espontánea.

En 1977, después de tres décadas al otro lado del Atlántico, Levi-Montalcini fija su residencia en Roma, donde hasta 1995 acompaña sus investigaciones a la enseñanza universitaria. El Premio Nobel de Medicina de 1986, compartido con Stanley Cohen, le deja sorprendida: "La primera y única vez que tuve una gran depresión fue cuando me concedieron el Nobel; no conseguía soportar aquel clamor", reconoció más tarde.

Una mujer plurifacética


A partir de su coronación científica internacional, la neuróloga se estrena en campos hasta aquel momento insólitos para ella. En 1987 edita su primer libro, 'Elogio de la imperfección', una autobiografía en la que relata su fatigoso camino hacia la excelencia científica. Entre otras cosas, habla de su relación con su padre: "Le guardaba rencor. Le aprecié sólo después de su muerte precoz". Seguirán muchas más obras: la ultima, de 2008, es "El as en la manga: los dones reservados a la vejez".

En los últimos 20 años, su compromiso social y político no ha sido de menos. En 1990, Montalcini forma parte del medio centenar de científicos de diversos países que fundan el Instituto Mundial de las Ciencias, mientras que en 1995 entra a formar parte de la prestigiosa "Royal Society" británica. Asimismo, en 1999 es nombrada "Embajadora Plenipotenciaria" de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas. A mediados de los años 90, también es la primera mujer en ser admitida en la Academia Pontificia de las Ciencias.

Contraria a la clonación humana y a la fecundación asistida para mujeres solteras y parejas homosexuales, Montalcini ha abogado a lo largo de toda su vida por una mayor apertura legislativa a los experimentos sobre células y embriones humanos. Asimismo, ha mostrado siempre su pensamiento de izquierdas y laico: "Abogo por los valores éticos sin esperar recompensas en otra vida", dice de sí misma.

En 2001, con 92 años, Rita fue nombrada por el entonces presidente de la República italiano, Carlo Azeglio Ciampi, como senadora vitalicia. Se trata del reconocimiento definitivo a su trayectoria humana y profesional: según la Constitución del país transalpino, el Jefe del Estado puede conceder este honor a un máximo de cinco ciudadanos que hayan "ilustrado la Patria por sus altísimos méritos en el campo social, científico, artístico y literario".

También en aquel 2001 muere uno de los mejores periodistas italianos del siglo XX, Indro Montanelli. Ironía del destino: había nacido el mismo día, mes y año que Rita. "Tardé mucho en apreciarle: era un hombre de derechas. Luego le conocí personalmente, y sí, le valoré", cuenta.

Varias universidades han investido a Rita como Doctora Honoris Causa en los últimos tiempos: la última en hacerlo, en octubre 2008, ha sido la Universidad Complutense de Madrid. Lejos de convertirse en una pieza de museo, esta eterna veinteañera no para de empaparse de la investigación científica. Todas las mañanas acude al EBRI, el Instituto Europeo de Investigaciones del Cerebro, y pasa sus tardes en la Fundación que lleva su nombre, empeñada en fomentar la escolarización de las mujeres africanas.

Rita Levi Montalcini no ha tenido otros compañeros sentimentales que el estudio y la ciencia. Un anillo en su dedo anular recuerda esta particular relación, madurada ya en temprana edad. "Era todavía adolescente cuando decidí que no me casaría nunca. Nunca habría obedecido a un hombre como mi madre obedecía a mi padre", reconoce en su autobiografía. Cuando, en Estados Unidos, le preguntaron porqué no tenía marido ni hijos, ella simplemente contestó: "I'm my own husband", soy mi propio marido. No le entendieron, pensaban que no sabía hablar inglés.

Al cumplir su primer siglo de vida, la 'Dama de la neurona' asegura gozar de "una salud perfecta". Come una vez al día, no duerme más de tres o cuatro horas por noche, lee la prensa y pone constantemente al día sus teorías. Sobre todo, no tiene el más mínimo miedo a morir: "Sólo el cuerpo fallece", asegura. "Nuestro mensaje, nuestras acciones y pensamientos son lo que queda de cada uno de nosotros. Estoy convencida de dejar buenas acciones, buenos pensamientos".

domingo, abril 12, 2009

sábado, abril 11, 2009

viernes, abril 10, 2009